El color azúl de la mecha garantizaba el buen funcionamiento de la heladera a kerosene que celosamente guardaba, mientras todos dormíamos, el clericó y las sidras que sobraron de los festejos navideños…
En la madrugada nos sorprendía un tímido golpeteo en la ventana del frente de casa, que justo daba al dormitorio de mis padres…
Con mis hermanas saltábamos de la cama y con cuidado nos asomábamos a la ventana, refugiándonos en la oscuridad de la noche para que no nos vean en camisón...
Cuando comenzaban la tercera o cuarta interpretación, todas dedicadas a las hermanas mayores, papá ya estaba en su salsa, y para demostrar su agradecimiento a quienes nos alegraban la noche de manera gratuita y “desinteresada”, …
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