LLegaba el sábado y Chiche, en el auto verde de don Teófilo, uno de los pocos del pueblo, buscaba a Susy para llevarla al cine. Al igual que mi hermana, yo con mis siete añitos bien puestos, me preparaba usándole todas sus pinturas y perfumes. Salíamos las dos, después de escuchar todas las recomendaciones de mamá, la que se quedaba tranquila sabiendo que su "socia" se iba a encargar de cuidar a la novia.
Cómodamente me instalaba en el asiento trasero del auto...Ellos estaban felices seguramente por mi compañía. Tanto es así que al llegar a destino, me compraban caramelos masticables que yo disfrutaba luego en la oscuridad de la sala...
Cuando se apagaban las luces, misteriosamente el proyector se asomaba por una diminuta ventana disimulada en la pared trasera. Desde allí, salía un fuerte rayo de luz que se reflejaba en la pantalla, y empezaba la función…
Recuerdo que había dos cómodas escaleras por la que se accedía a los balcones, una a cada lado, adonde se ubicaban la mayoría de las parejitas…
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