Facebook

Aquí estoy, ...pisando fuerte!!

Aquí estoy, ...pisando fuerte!!
(no se asusten, es sólo un sueño atrevido)

Me gustaría poder compartir con ustedes éstos, ... mis mejores poemas...!

...acercaré la silla de mimbre que traje de otros tiempos y leeré mis historias ...

martes, 31 de marzo de 2009

Sobre cuatro ruedas



Dormir la siesta o jugar sin hacer ruido era la consigna. Pero esa tarde, con mis catorce años recién cumplidos, tenía que ser distinta. La chatita Ford A, de color rojo, con volante grande, y estribo a cada lado, segundo vehículo familiar después del camión Morris Comercial, estaba estacionada frente al galpón, justo mirando a la vereda.

Nadie me había enseñado a manejar, pero siempre miraba a mi papá y mis hermanos y parecía cosa fácil. No había mucho tiempo, por lo que esa tarde de verano invité a pasear a Silvia, mi amiga de toda la vida y a mis hermanas menores Any y Vivy. A esta última, como era un poco angosto el asiento, la ubicamos en la parte trasera. Ella, para demostrar que obedecía al pie de la letra nuestras recomendaciones y tal vez con un poco de miedo a que nos arrepintiéramos, subió presurosa y con sus pequeñas manos –sólo tenía cuatro años- se apretó fuertemente a la baranda, sonrojando sus mejillas y regalándonos una sonrisa llena de perlas, en señal de “ya está”.

Con la tripulación ubicada, había que apurarse, porque con el final de la siesta, llegaba el final de nuestra aventura. Por suerte con la llave ya puesta nuestro vehículo arrancó rápido, y salimos, un poco a los saltos para mi gusto. No sabía frenar, y sólo podía ir para adelante. Todo bien, pero demasiado rápido, muy rápido, ...rapidísimo.

Más tarde supe que estaba “cebada”, ya que esos autos tenían junto al volante, un cebador, que era algo así como un “acelerador de mano”.

Quería impresionar, pero la velocidad comenzó a asustarme, en especial cuando pasábamos por las pronunciadas cunetas de las calles de tierra. A esa hora de la solapa, lo único que veíamos abierto era el taller mecánico de la vuelta, donde por casualidad uno de los hermanos Grinóvero se encontraba trabajando. Comenzamos a pasar por allí, dando vueltas a la manzana, cada vez más fuerte, gritando “Rosendo”, “Rosendo”, hasta que afortunadamente nos escuchó.

Nuestro héroe nos esperó en la vuelta siguiente, y subió al estribo con la chatita en marcha. El susto era ya muy grande, mis acompañantes estaban mudas y pálidas. “La Rusita”, así le decíamos a Viviana, nos miraba con su nariz pegada al vidrio, tratando de entender que estaba pasando. Rosendo se apuró a sacar la llave del contacto y de inmediato la chatita Fórmula 1 se paró.

Han pasado muchos años pero siempre recuerdo mi inicio en el mundo de los tuercas. Debo confesar que hoy manejo un poco mejor, y ya aprendí a usar el freno. Tal vez porque presienta que no siempre encontraré un Rosendo en mi camino.


martes, 17 de marzo de 2009

Buscando la huella...

Para esta búsqueda partí de lo conocido, volví sobre mis pasos, pisé mis propias huellas. Recorrí el comienzo de mi historia familiar, esa historia que se entrelazó con otras historias, con otras familias.


Las huellas de mi Pueblo
Si una tarde de éstas te acercas hasta Viale,
la verás todavía aguardando en su valle,
la encontrarás cuidando su historia de cien años,
allá junto al arroyo,
detrás de la lomada.

Si quieres encontrar a la Villa que fuimos,
intenta un día de lluvia,
y camina descalzo en sus cunetas,
aún se siente olor a tierra humedecida,
pero no quedan huellas, no busques en sus calles,
... que ya no son de tierra.

Si quieres encontrar las huellas que dejaron
los que ya se nos fueron,
prueba un día de viento,
tráeme un hilo largo y tu mejor anhelo,
remontaremos alto a mi vieja cometa,
hasta llegar al cielo.

Toca con suavidad la aspereza del árbol
que plantaron los nuestros,
pero hasta que te duela.
Acércate a la Biblia, esa que allá en la plaza
unió a las siete Iglesias.
Salí a robar olores de todos los rosales,
revuelve las historias que guarda su Museo.
Siéntate en el andén, camina por las vías,
e imagina que aún pasa el tren todos los días.

Si quieres encontrar a los niños que fuimos,
yo detendré un instante a todos los relojes,
y rastrearé en los rasgos maduros de su gente,
en las marcas tan puras de esos rostros genuinos,
observaré en lo profundo de todas las miradas,
y buscaré el retoño de su sangre heredera.
Allí descubriremos las Huellas de mi Pueblo,
con la nobleza propia de una vieja madera.

martes, 10 de marzo de 2009

Desandemos caminos,
volvamos por las huellas que dejó nuestro paso.
Lleguemos juntos a la esencia de lo que un día fuimos,
preservemos intacto nuestro espíritu.
¡Volvamos a ser niños!
Si aún le temes a la Solapa,
no te levantes de la siesta,
yo acercaré a tu cama la silla de mimbre
que traje de otros tiempos,
y leeré mis historias.
Tal vez te encuentres en algunas de ellas,
o lo que es mejor aún,
tal vez vuelvas a vivir las tuyas!

Presentacion del Libro

Abro mi corazón en este libro, y trato de encontrarme nuevamente con el Viale de ayer, con la Villa, con sus costumbres, con su forma de vida, con sus miedos, con sus esperanzas. Salí a buscarlo, a buscar a los niños que éramos, a buscar a su gente.
Partí de lo conocido, de mi historia familiar, una historia que se entrelazó con la historia de otras familias de este pueblo. Mis relatos seguramente se parecerán a experiencias vividas por ustedes, en este pueblo, o en otros, pero en épocas donde eran menos las urgencias, donde había tiempo para conocer al vecino, para dejar la puerta abierta, para dormir en el patio, para disfrutar de lo simple, del saludo de todos los que encontrábamos en nuestro camino.
Trato a mi manera de dejar un mensaje, un mensaje que me llegó sin proponérmelo.
La búsqueda de mi gente aparece reflejada en el poema que encontrarán al comienzo del libro. Se llama HUELLAS DE MI PUEBLO.