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Aquí estoy, ...pisando fuerte!!

Aquí estoy, ...pisando fuerte!!
(no se asusten, es sólo un sueño atrevido)

Me gustaría poder compartir con ustedes éstos, ... mis mejores poemas...!

...acercaré la silla de mimbre que traje de otros tiempos y leeré mis historias ...

miércoles, 13 de mayo de 2009

(hubiera quedado mejor que en lugar de esas botellitas aparecieran varias pilas de libros, pero...,como bien me lo dijo mi hijo Mauricio cuando vio la foto, "tenemos que hacernos cargo de nuestro pasado".)
Un abrazo para mis queridos compañeros de entonces!!

El año 1965 trajo una sorpresa para Viale. Hasta esa fecha, la única opción para el secundario era la Escuela Normal. Pero en ese año, una hermosa oportunidad se nos brindó no sólo a quienes recién terminábamos la escuela primaria, sino a aquellos que por distintas razones hacía ya un tiempo que se habían alejado de las aulas. En ese año, el Instituto Comercial “Virgen Milagrosa” comenzó a funcionar y tuvimos la posibilidad de elegir.
Recuerdo el entusiasmo de papá cuando llegó con la novedad, y si bien la idea tenía un poco de aventura, quiso que me inscribieran en la flamante escuela, junto a un numeroso grupo de gente, del pueblo y de zonas aledañas, que se habían acercado al colegio buscando el prometedor título de “perito mercantil”.
Las clases, que comenzaron a dictarse en las aulas de la escuelita de las hermanas o en el salón de la parroquia, iban haciendo camino al andar, un camino de muchas ganas, y un poco de incertidumbre. Sin embargo, sabíamos que nuestro pequeño barco no se hundiría con cualquier tormenta, porque al frente timoneaba el entonces Padre Héctor Saperas, un joven sacerdote decidido a llegar hasta el final con este proyecto. Con sus zapatos con suela de goma ingresaba silenciosamente al aula sin que lo advirtiéramos, sorprendiéndonos cuando lo descubríamos al final de la clase.
Al seguro capitán de nuestra nave lo asistía una excelente tripulación, formada por jóvenes profesores de este pueblo y de la ciudad de Paraná, cuya imaginación y dedicado empeño para cumplir de todas maneras con su objetivo, permitió que año tras año se inaugurara un nuevo curso lectivo.
Era normal ver llegar a los profesores con botas en los días de lluvia, días en los que el barro de la entrada de Viale hacía ansiosa la espera de los profesores de Paraná, ante la posibilidad de una “hora libre”. También la búsqueda de ranas en las cunetas para la clase de Zoología, o las didácticas clases de Literatura a la sombra de los árboles que rodeaban la canchita, estrategias que seguramente pretendían disimular la falta de elementos o de aulas en no pocas circunstancias.
Es suficiente con cerrar los ojos para ver a Elaine de Gioria, en su papel de Secretaria, y a Pochi Aimone como Celador. Ambos se transformaron en fieles compañeros y si no abusábamos, contábamos con su complicidad para disimular una llegada tarde o la falta de medias de nylon con rayas de nosotras, las niñas. Ellos apuntalaban la tarea de avanzar cueste lo que cueste, aguardando la llegada de la primer entrega del producto terminado. Si bien a lo largo de los cinco años algunos de los nuestros quedaron en el camino, están presentes en nosotros. Evocando a ellos, llega hasta mi una especial nostalgia por un querido compañero de entonces, Abelardo Fontana, quien, seguramente, desde algún lugar del cielo nos mira con su contagiosa alegría.
Lo cierto es que el compartir esas experiencias nos unió muy fuerte, porque sentíamos que juntos íbamos abriendo el surco para sembrar las semillas que prometían la primer cosecha. Así fue que en el final de la primavera del 69, el colegio entregaba a la comunidad de Viale su Primer puñado de Peritos Mercantiles, integrado por ocho chicas y cuatro muchachos.
Me acompañaron en esa aventura Raquel Lara, Marta Micheloud, Norma Nani, Mirta Salcedo, Norma Salcedo, Norma Siebenlist, Elsa Trocello, Agustín Irusta, Aliardo Sosa, Armando Tropini y Alberto Zapata, a quienes guardo en lo profundo de mi corazón.

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