Todo era cuestión de imaginación en las tan anunciadas noches de carnaval de Viale. En ellas no faltaba nada ni nadie. Al atardecer las calles principales se iluminaban especialmente para permitir aplaudir a numerosas carrozas, comparsas, y máscaras sueltas, que al compás de una contagiosa música multiplicada por grandes altoparlantes, desfilaban frente al pueblo reunido.
Por la noche, la mayoría asistía a los bailes en los clubes, famosos en la zona. Si bien nos hacía merecedores de un seguro reto en el sermón del próximo domingo.
Lo cierto es que familias enteras concurrían a la anunciada cita, las que luego de ocupar una gran mesa y pedir gaseosas y cervezas con generosidad, se disponían a bailar y disfrutar, mientras aguardaban la elección de la princesa de la noche o de la reina, si se trataba de la noche de cierre.
Los chicos se divertían corriendo alrededor de la pista mientras juntaban tapitas de cerveza y de las otras. En el escenario, con voz grave y ceremoniosa, el cálido don Amalio Zapata Zoñez animaba la velada, junto al querido y recordado “Petizo” Smunck, quienes anunciaban un nuevo tema musical o se encargaban de convocar a las participantes, con el característico “...ahí viene viniendo la princesa” de don Amalio.
En mi familia siempre recuerdan en especial una noche de carnaval, cuando Chiche Vitor, uno de mis cuñados, se disfrazó de espantapájaros con un traje de duro cartón, y papá, que para estas cosas era materia dispuesta, se disfrazó de detective, vistiendo un piloto de cuello levantado, pipa y gorra. Todo estaba muy bien, lástima que el simpático espantapájaros por tener los brazos estaqueados tuvo que conformarse con caminar como sonámbulo toda la noche.
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