Esa podría ser una gran noche. Lo cierto es que con una semana de anticipación preparábamos esta “salida”. No iba a ser un sábado más, era siempre una gran fiesta, organizada por alguna escuela, o por alguna Institución de beneficencia. El tema era no dejar de ir, y para eso siempre había que pensar en algún vestido de fiesta. Mucho brillo, mucha gasa, mucho encaje. Lo interesante era que esos vestidos de fiesta, después, cuando se ponían viejos, se transformaban en prácticos vestidos para todo andar, de tarde,...con brillos y tules. Pero bueno, casi no usábamos “vaqueros”, los clásicos jeans de ahora, no existían.
Sigo con el baile, éste empezaba temprano, más o menos a las nueve, y terminaba no más de las tres de la madrugada. Siempre con una orquesta de moda, mucha buena onda, completa cantina, y a esperar que te saquen a bailar. Yo tenía pena grave por parte de Hugo, mi hermano, de no salir a bailar por lo menos una “pieza” con aquél que me invitara a bailar. A él le molestaba que un amigo fuera rechazado por una de sus hermanas después de atravesar toda la “pista”.
Es que era comprensible, el cruzar la pista era todo un tema, ya que debía dirigirse el caballero a una determinada dama y en caso de un “rebote” quedaba en total evidencia, por lo que supongo que era muy humillante, ya que estaban sobre él todas las miradas. Uno de los recursos para evitar ese papelón era el “cabeceo” a la distancia, pero corrían con el riesgo de que saliera a bailar una dama que nada tenía que ver con su propósito.
En la historia que hoy les cuento, estabamos rodeando una pequeña mesa, de esas de maderas plegables, ocho chicas amigas, cuando después de atravesar de punta a punta la pista, llegó un conocido candidato. Invitó a bailar a todas, comenzando justo por la otra punta, yo estaba en el otro extremo. Mis amigas, una a una fueron diciendo que no, y entonces en último lugar, llegó mi turno.
Miré a mi hermanito vigilante, y me estaba observando el muy “cuida”, así que como un resorte me levanté y salí a bailar.
Era todo un personaje mi compañero, ya que tenía preparado el discurso. Recuerdo que al finalizar el primer tema, con voz romántica me dijo “A vos desde que te vi, me enamoré”... ¡?.
Fue tanta mi sorpresa que nunca lo olvidé.
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